El Señor no se olvida de nosotros, Él siempre es fiel, a medida que pasa el tiempo pareciera que la experiencia de Dios quedo muy atrás en nuestra vida, en un primer momento nos dejamos inundar por el fuego de su amor y en otros momentos parece que la cotidianidad va mermando el fervor y nos preguntamos - ¿Qué pasa que ya no siento a Dios?-
Hasta aquí el señor te acompaño, él fue formando en ti un ser especial, te doto de muchos dones, pero en la vida siempre llegan los momentos de aridez, que nos hacen dudar de la presencia de Dios de su cercanía.
Estos tiempos en la vida de oración son normales, y nos ayudan a crecer en nuestra fe, se nos abre entonces el camino de la perseverancia. En la vida de oración pasamos por varios estados, que se suceden como decía San Ignacio de Loyola entre la consolación y la desolación. En los periodos de consolación se siente mucha alegría, se percibe la presencia del Señor en todo momento, en contraposición en los momentos de desolación todo es laborioso, la oración, la relación con las personas, y hasta nos faltan las ganas de orar.
Por este motivo San Ignacio decía “En tiempos de desolación no hacer mudanzas” este santo nos quiere decir que en los momentos de desolación no hay que tomar decisiones trascendentes para la vida, hay que esperar en el silencio, a que aparezcan los buenos tiempos, más bien hay que estar firme y constante en los propósitos y determinación en que estaba el día antecedente a la desolación. Porque así como en la consolación nos guía y aconseja el buen espíritu, así en la desolación el mal espíritu con sus consejos nos puede hacer tomar un mal camino.
Hna Noelia fsp
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